domingo, 5 de abril de 2009

EL CORAJE MORAL : EL CASO DE VENEZUELA.








Dedicado a tres venezolanos con coraje moral: Antonio Ledezma, Antonio Sánchez García y Oscar García Mendoza.

Gandhi, Mandela, Walesa, Havel tienen algo en común: actuaron, contra todo riesgo y con perseverancia, en concordancia con sus principios y valores. Son vistos como héroes en sus países y en el mundo entero porque se expusieron al sufrimiento personal, a la pérdida de su libertad, a fin de hacer lo que creyeron moralmente correcto. Siguieron el camino de Lutero (“Aquí me planto, no puedo hacer nada diferente y que Dios me ayude”) y de Thomas More en su enfrentamiento moral con Henry VIII.
En nuestro país hemos tenido notorios ejemplos de coraje moral: José María Vargas y Rómulo Gallegos y, sin duda, muchos venezolanos menos conocidos quienes han actuado durante su vida guiados por valores y principios que no pusieron nunca a la venta. Sin embargo, el coraje al cuál los venezolanos rinden pleitesía no es el coraje moral sino el físico. Todos deseamos ser “machos” y hacer gala de nuestra valentía ante el peligro. Pero cuando se trata de enfrentar inconveniencias, rechazo de la gente, impopularidad y pérdida de status social, son muchos los venezolanos que tienden a ser más “pragmáticos”. La defensa de valores y principios se hace más elástica en la medida que mantenerla exige enfrentar riesgos a la posición en la sociedad, en el trabajo, en el gobierno y en la medida en la cuál la defensa de los principios exige esfuerzo y perseverancia. Demasiados compatriotas prefieren callar a nadar contra la corriente.
Uno de los ingredientes principales de la cobardía es la creencia en que los valores son relativos y están condicionados por la cultura o las circunstancias. Muchos exhiben gran habilidad para racionalizar su cobardía de esta manera, sobretodo cuando la cobardía les redundará en beneficios materiales.
Sin embargo, todos sabemos que el relativismo moral no existe. Los grandes valores que guían la acción moral son los mismos en todas partes del mundo. No hay tal cosa como una moral para Zimbabue o Venezuela y otra moral para Francia o Estados Unidos. En encuestas realizadas entre 18.000 personas de 23 países el Instituto de Etica Global, radicado en Maine, USA, envió una lista de unas 50 cualidades o atributos morales que el ser humano debería tener en su comportamiento frente a sus semejantes. Los cinco primeros atributos seleccionados en todos los países fueron: la responsabilidad, la honestidad, el respeto, el sentido de equidad o justicia y la compasión. Estos son valores medulares del ser humano en todos los países del mundo.
El coraje moral puede entonces definirse como la disposición que muestra una persona a ser responsable, honesto, justo, respetuoso y solidario con sus semejantes y la determinación de sostener esos valores frente a los riesgos personales que puedan existir y por el tiempo que sea necesario. El coraje moral, apunta Russworth Kidder, autor del libro “Moral Courage”, Harper 2006, incorpora los valores, la aceptación del riesgo y la fortaleza para enfrentarlo mientras sea necesario. Los ejemplos de coraje moral son muy diversos y van desde tener que despedir del trabajo a un buen amigo quien ha faltado a sus deberes, a la denuncia de la injusticia y de la corrupción en su propio entorno o insistir en el cumplimiento del deber no importa cuales sean las consecuencias. Quienes denuncian un acto inmoral en sus empresas, en el gobierno o en las organizaciones donde laboran son generalmente objeto de grandes represalias y presiones y, en ocasiones, hasta incomprensión por parte de sus propios compañeros. Tuve una experiencia de este tipo cuando denuncié al gobierno de la época por mudar a Puerto La Cruz la sede de Meneven con propósitos nada honestos. Fuí despedido de la industria para la cuál había trabajado por casi 28 años. Muchos de los empleados de Meneven no comprendieron mi posición. Muchos creyeron que yo he debido permanecer en la empresa, aceptando la órden pero resistiéndola pasivamente (la órden se acata pero no se cumple). Pero eso, en mi opinión, no hubiese sido honesto ni responsable. Denuncié lo que debía denunciar y no me arrepiento de haberlo hecho, aunque ello me costó mi carrera e hiciera mi futuro muy incierto. Más aún, no hubiera podido proceder de otra manera.
El coraje moral requiere una aceptación del riesgo, del peligro de la pérdida de status, popularidad política o bienes materiales. La aversión al riesgo es lo que a muchos venezolanos les mantiene callados frente al trágico espectáculo de nuestro país, capturado por una pandilla de malhechores que ha derrochado casi 800.000 millones de dólares en diez años, la cuál no solamente ha violado todos los principios de vida libre y democrática en nuestro país sino que está arruinándolo material y espiritualmente a una gran velocidad. La ruina material y espiritual venezolana anda al galope sin que los venezolanos se rebelen decididamente en contra de este estado de cosas. El régimen está destruyendo, una a una, todas las organizaciones democráticas, persiguiendo uno a uno a los miembros de la oposición mientras los venezolanos permanecen en silencio. El régimen ha mostrado una total ineptitud, una gran vocación para la corrupción y un total desprecio por el respeto hacia los ciudadanos pero los venezolanos permanecen en silencio. Peor aún, muchos venezolanos se complacen con lo que está pasando en el país, porque ello significa que por fin “todos somos iguales”, aunque esa igualdad exista en la miseria y la degradación. La confiscación de empresas privadas, la persecución arbitraria de venezolanos, el derroche de dinero en dádivas dentro y fuera del país, todo ello es visto por muchos venezolanos con la mórbida fascinación de quien asiste a una tragedia ajena, sin conciencia de que les está pasando a ellos. Quienes tenemos conciencia plena de lo que nos está pasando somos una reducida legión que parece clamar en el desierto.
Por ello es especialmente reconfortante ver ejemplos de gran coraje moral como los que exhiben Antonio Ledezma, Antonio Sánchez García y Oscar García Mendoza, cada quien en su área de actividad. Ledezma le está pidiendo al ejército venezolano que deje de plegarse al dictador cargado de odios, que deje de humillarse saludando con la ridicula consigna de “patria, socialismo y muerte”, que deje de ser un instrumento de apoyo a los designios de un dictador y defienda los principios y valores de la constitución y de su misma institución, hoy profundamente degradada. Sánchez García está usando su pluma, con una perseverancia admirable, para alertar al país contra lo que le está sucediendo y para pedir una unificación de las fuerzas morales que podrían revertir el rumbo trágico que llevamos. García Mendoza es un hombre que ha mostrado una gran integridad en su profesión de banquero, una profesión que no se ha distinguido en Venezuela durante los últimos diez años, una profesión que se ha beneficiado enormemente de su silencio cómplice frente al déspota. Ello le da a la postura de García Mendoza más valor pués se encuentra nadando contra la corriente y está pagando un alto precio personal, familiar y profesional por su coraje moral.
Así como estos tres hombres son dignos de reconocimiento, es también satisfactorio ver como hay muchos otros venezolanos quienes están en la misma onda y se adhieren a sus valores sin temor a las consecuencias: Manuél Caballero, Marta Colomina, entre otros cuyos nombres llenarían muchas páginas.
Mientras tanto, desde el otro lado de la talanquera moral hay ejemplos especialmente tristes de cobardía moral, porque alguna vez fueron gente aparentemente respetable: Roy Chaderton, Alfredo Toro Hardy, Eleazar Diaz Rangel, Luis Britto García, el mismo José Vicente Rangel, quien en épocas remotas parecía representar un periodismo de denuncia contra la corrupción y ahora ha venido a constituirse en uno de los íconos de la revolución corrupta y despótica. No son muchos realmente los hombres previamente respetables que se han tornado en vasallos del despotismo. La cobardía moral predomina entre los venezolanos sentados en la barrera, asistiendo inexplicablemente al espectáculo de su propia destrucción, exhibiendo una cobardía mezclada con indiferencia y masoquismo. No hay, que sepamos, ningun intelectual de valía, ningun venezolano realmente valioso que esté plegado al régimen actual. Los seguidores del régimen son gente mediocre, resentida, ansiosa del poder y del dinero que ahora está a su alcance: son los chacones, los merentes y los isaiases; las linas, las cilias y las irises. Son gente cuya anatomía frecuentemente refleja sus torvas cualidades morales, generalmente fáciles de identificar por su aspecto en cualquier lugar del mundo, ya se trate de Calixto en Las Vegas, Hugo en Doha o Nicolás en Nueva York.
El coraje moral es el ingrediente que falta en Venezuela para dar al traste con la pandilla chavista que ha arruinado al país. Aunque estoy seguro de que aún si los venezolanos no hiciéramos nada para sacarla del poder, ella implosionaría debido a su ineptitud, la exhibición de cobardía moral que está dando la sociedad venezolana, con su pasividad y hasta masoquismo, representa un profundo descrédito para nuestro gentilicio.
Pronto tendrá que llegar la chispa que prenda la resistencia civil en Venezuela, una acción continuada en el tiempo, no una protesta esporádica. Y esa chispa la encenderá un venezolano (a) con coraje moral. Ya no es posible aguantar mucho más.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente artículo porque describe bien lo que nos ocurre. El texto amplía con detalle un hecho frecuente en nuestra sociedad, el marginamiento de quien dice la verdad y enfrenta al poderoso que ocupa el poder, bien sea gubernamental, social o emprearial.

Manuel Bermúdez Romero

Eleazar y Martha dijo...

Tambien lo considero un excelente escrito. Un buen planteamiento de la realidad que se vive en nuestro pais con referencia a la perdida de valores geninuos. Me gusta bastante tu blog, te he estado leyendo por un buen rato, es mas estas en mi lista de mis blog favoritos. Gracias por escribir