lunes, 29 de noviembre de 2010

Navidad con Shane y El mago de Oz, sin Leslie Nielsen



En el umbral de la navidad uno parece prestarle mayor atención a las cosas sencillas de la vida, esas que nos han proporcionado placer, alegría o inspiración. En los últimos días he visto dos películas que están en ese grupo y pude leer sobre la muerte del actor Leslie Nielsen, el inolvidable sargento policial de la trilogía “The Naked Gun”.
Shane es una película del oeste, quizás la película del oeste. Es un cuento sencillo, con una admirable economía de recursos, de grandiosa fotografía y una inolvidable partitura musical de Victor Young. Desde que la ví, en 1953, me causó un gran impacto porque es una maravillosa historia de amor vista desde varios ángulos, un amor tan puro como ya no existe en la pantalla. Shane, el forastero es un hombre solitario, triste, y se enamora en silencio de la felicidad de la familia que encuentra en la pradera. A su vez, el niño, Joey, se enamora de Shane, con esa admiración que muestran los niños por el héroe. La esposa del colono se enamora de Shane mientras que el colono está enamorado de la esposa y le tiene absoluta confianza. Esto no es “Un tranvía llamado deseo” sino una historia de sentimientos que fluyen libremente en el niño y son noblemente sublimados por los adultos. Contra ese telón de fondo de un cuadrilátero sentimental sin triángulo es que se desarrolla la historia clásica del oeste, la pugna entre el ganadero y el granjero. Es una historia que contiene inevitables clichés que no ofenden, la lucha de los pequeños contra los poderosos, el sentido del honor y de la responsabilidad, el juego de lealtades que pone a prueba las honestidades (como cuando uno de los “malos”se arrepiente y se pliega a los buenos).

El paisaje es el de Wyoming, los Grand Tetons (filmada cerca de Jackson Hole). El desenlace es alternativamente feliz y trágico. La familia perdura, los malos reciben su castigo, incluyendo a Jack Palance en su primera película (nominado para un Oscar por su actuación como pistolero a sueldo) y Shane, el héroe (un Alan Ladd de dulce sonrisa), es condenado a seguir vagando en soledad y desaparece en el horizonte, a pesar de los llamados del niño (Brandon de Wilde, también nominado para un Oscar en esta, su primera película, muerto a los 30 años en un accidente vial).

Shane es una herramienta de reafirmación espiritual, de fe en la victoria de los buenos, una fe que se ve severamente acosada en los tiempos que corren. Como no la había visto en muchos años, la pedí por internet ($2, más $3 de Shipping and Handling, en excelentes condiciones) y me senté a admirarla en sus más pequeños detalles.

Si Shane es una herramienta de reafirmación espiritual, no es menos cierto que “El Mago de Oz” es una de sus más firmes aliadas. Dista mucho de ser, como se piensa, una película para niños. Es de la más absoluta seriedad. En otras ocasiones he mencionado que un día, hace muchos años, entré al Museo de Bellas Artes, en Caracas, donde la exhibían. Llegué ya oscuro y me senté cerca de alguien quien sollozó con frecuencia. Al terminar la película y prenderse las luces ví al sollozante, Aquiles Nazoa. Y es que la película es de una infinita ternura, como son los poemas de Aquiles. Es una fábula en múltiples niveles: la cobardía heróica, el derecho humano a tener un corazón, el sentido de superación que anhela la inteligencia, el mago que no puede resolver problema alguno, las brujas y las hadas, la gente pequeña y feliz, y sobretodo, el poder benéfico del hogar, de la familia y los amigos. Y a todo ello, hay que agregarle a una Judy Garland encantadora, su canción “Más allá del arcoiris” y a un perro Toto inolvidable, cuidadosamente dando la vuelta a la elipse, para seguir la recomendación del hada: “Follow the yellow brick road”, el camino que los llevará a ver al mago, quien seguramente podrá devolver a Dorotea y a Totó a su anhelada Kansas.

La muerte de Leslie Nielsen a los 84 años es una melancólica ocasión para recordar sus gigantescas contribuciones a nuestra felicidad. No tengo el menor rubor de mostrar mi predilección por la trilogía “The Naked Gun”, quizás la obra maestra de Leslie Nielsen, apoyado por la hermosísima viuda de Elvis Presley y hasta, en algunas escenas hilarantes, por el aún no asesino O.J. Simpson. En una de estas escenas, recreación caricaturesca genial de la escena original del Grand Central station en “Los Intocables”, Nielsen ve aparecer al Papa, a Sadan Hussein y, creo, hasta la reina de Inglaterra, (todos más parecidos a su original que los originales), mientras Simpson juega con un bebé como si fuera un balón de futbol. Después de muchos años de hacer papeles serios y hasta shakesperianos, Nielsen se dedicó a la comedia, para nuestro inmenso beneficio. Siempre será uno de nuestros favoritos este Drácula de mentiritas, árbitro de beisból descacharrante, barítono excecrable cantando el himno nacional en un juego de besiból, el de la inolvidable frase: “Don’t call me Shirley”. Siempre lo recordaremos practicando “safe sex”con Priscilla Presley, ambos cubiertos por un inmenso condón.

2 comentarios:

Mercedes Montero dijo...

Gustavo, que lindo artículo este sobre las películas, te felicito de corazón

Mercedes Montero

Gustavo Coronel dijo...

gracias Mercedes. Un buen abrazo para tí!
Gustavo