jueves, 18 de noviembre de 2010

Perales de la revolución no dan peras

Mientras el Poder Judicial se ensaña con la jueza Afiuni, ejercitando su sadismo más refinado y mientras el Poder Legislativo prohibe la discusión de los grandes actos de corrupción del régimen, el Poder Ejecutivo asciende al indiciado por narcotráfico y doble golpista confeso, Henry Rangel Silva. Mientras el asesinato de Danilo Anderson permanece impune, Hugo Chávez entrega la soberanía en manos cubanas, Rafaél Ramírez le entrega la Faja del Orinoco a los Iraníes y a los Chinos, Isaías Rodríguez pretende presidir el Tribunal Supremo de Justicia y José Vicente Rangel sigue escondiéndose detrás de un cobarde pseudónimo.

Esta es la Venezuela indigna en acción. Frente a esta indignidad es triste constatar el silencio de Jorge Giordani, de Alfredo Toro Hardy, de la hija de Rubén Sáder Pérez, de aquellos escasos miembros del chavismo que deberían mostrar decoro, por tener válidas raíces familiares. Giordani es hijo de un brigadista de la guerra civil española y debería haber heredado la entereza de su padre. Toro Hardy es miembro de una ilustre familia venezolana. La ministra de la salud es hija de Rubén Sáder Pérez, gran luchador por la democracia venezolana. A ellos era dable exigirles lo que no nos molestaríamos en exigirle a un Nicolás Maduro, a un Dario Vivas o a un Carlos Escarrá, ya que no se le piden peras al olmo.

Pero los escasos perales de la revolución son estériles, no dan peras sino sámaras, el seco y amargo fruto del olmo.

No hay comentarios: