martes, 2 de agosto de 2011

Dos poemas de Constantine P. Kavafis.


Creo que estos dos poemas de Constantine P. Kavafis, a quien he venido a conocer tarde, gracias a Laureano Márquez,  tienen mucho que ver con los venezolanos de hoy, muchos de quienes se han ido y se van. También tienen mucho que ver con quienes añoran la Venezuela que se ha ido y con quienes luchan por mantener su principios intactos en estos años de horror y pesadilla.
El primero, “El Dios abandona a Antonio”, es un canto a lo que amamos y vemos partir, una semblanza de la magnificencia (porque hubo una magnificencia)  de lo que fué, de lo que fuímos parte y de lo cual debemos despedirnos porque, para nosotros, el regreso no es posible.
Me he permitido traducirlo, del Inglés al Español, por lo cual pido de antemano mis excusas porque no soy un poeta.
 El segundo, “Termópilas”, es un maravilloso tributo a quienes pasan por la vida como flechas salidas del arco, describiendo su trayectoria fielmente, sin desmayar. Un tributo a los puros de alma, a los honestos, doblemente meritorios porque sospechan que van a perder y que algún traidor le servirá de guía a la maldad.

                           I.
El Dios abandona a Antonio.
(traducción Gustavo Coronel)

Cuando, de repente, oigas pasar a medianoche
La invisible procesión de música exquisita y voces,
Que no te de tristeza la suerte que te falla, los planes de tu vida
Que fueron tan equívocos – no pierdas lágrimas en ellos.
Como alguién precavido y armado de coraje
Díle adiós a ella, la Alejandría que parte.
Por encima de todo, no te engañes,
No digas que fué un sueño, que tus oídos te traicionaron
No te degrades con esas vacías esperanzas.Como alguien preparado y armado de coraje
Como es lo propio para quien ha sido digno de esta clase de ciudad,
Acude con firmeza a la ventana y escucha emocionado
 pero no con los sollozos y las súplicas de un cobarde,
escucha para tu deleite final las voces, la exquisita música de esa extraña procesión
y díle adiós a la Alejandría que se marcha.


                                      II
                               Termopilas.
 Honor a aquellos que en sus vidas
se dieron por tarea el defender Termópilas.
Que del deber nunca se apartan;
justos y rectos en todas sus acciones,
pero también con piedad y clemencia;
generosos cuando son ricos, y cuando son pobres,
 a su vez en lo pequeño generosos,
que ayudan igualmente en lo que pueden;
que siempre dicen la verdad, aunque sin odio para los que mienten.
Y mayor honor les corresponde cuando prevén (y muchos prevén)
que Efialtes ha de aparecer al fin,y que finalmente los medos pasarán.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Palabras que solo se pueden realmente sentir cuando se está lejos...

Nos tocará regresar, a volver a levantar lo que había, a enderezar entuertos, a velar que la justicia impere de nuevo.

La máxima, la de arriba, inexorablemente, ya se encargará de los unos y de los otros.