jueves, 4 de agosto de 2011

Un extraordinario escrito de Antonio López Ortega

EL NACIONAL - Jueves 04 de Agosto de 2011 Opinión/7

Opinión


Stavanger
ANTONIO LÓPEZ ORTEGA


Hacia el sur de Noruega, en plena costa, en forma de bahía cerrada o protegida, existe una ciudad apacible llamada Stavanger. Quien la ubique en el mapa, la reconocerá a la altura de Dinamarca, casi como una cuña de territorio noruego que incide en el vecino del sur. Sus pobladores hablan de temperaturas benignas, con 5 o 10 grados de diferencia, sobre todo si se comparan con las de Oslo, y también de una cálida corriente marina. En verano, Stavanger tiene 20 horas de luz, y en invierno, sólo 4. Ciudad de 200.000 habitantes, no más, lo que ya es una cifra alta para los estándares nórdicos, el resto de la descripción debería hablarnos del orden de las calles, de algunas iglesias, de plazas y parques, de escuelas magníficamente equipadas. Con los más altos índices de calidad de vida y de convivencia, que Noruega y otros países nórdicos exponen para envidia del resto del mundo, Stavanger debería ser un nido de recogimiento, una estampa cívica donde los niños crecen creyendo que el planeta Tierra es en verdad el paraíso.



Desde estos horizontes con cárceles dominadas por sus propios presos o tasas de secuestros que suben como espuma, poco o nada nos debería interesar Stavanger. A no ser por el hecho concreto, comprobable, de que al menos desde 2002, o antes, en la bella ciudad costera viven alrededor de 150 familias venezolanas. Entre padres, madres e hijos podríamos estar hablando de cerca de 500 ciudadanos venezolanos que ya llevan una década en suelo nórdico y que no tienen la menor intención de emigrar hacia otros destinos. Sencillamente, por accidente o azar, Stavanger los ha acogido en su lecho como uno más de sus ciudadanos, brindándoles medios de vida, paz y armonía.



Se cuenta que en el origen de este núcleo creciente está la explotación petrolera, y por ella han sido atraídos o contratados grupos variados de profesionales venezolanos, quienes una vez expulsados de la industria nacional han terminado fichados por reconocidas multinacionales o empresas proveedoras de servicios. La gran odisea explotadora del mar del Norte, con plataformas marítimas que soportan los más fieros embates de oleajes y frías corrientes, ya cuenta con su capítulo venezolano.



Las madres venezolanas consiguen en los mercados de Stavanger harina para hacer arepas, los padres organizan equipos de beisbol y los jóvenes ya cuentan con un grupo de gaitas navideñas llamado "Noruegaita". Una célula patria en medio del frío y los pinos, o más bien los signos de una diáspora secreta que se repite en Canadá, Australia, Colombia, España o Estados Unidos. Una nacionalidad quebradiza, atomizada, cada vez más ajena al origen, que se distribuye por el mundo, como gitanos de nuevo cuño. El país tiene el suficiente talento como para expulsar a sus connacionales y decirles que su destino está en las antípodas, y nunca en suelo propio, de donde son execrados por persecución o falta de oportunidades.



Me detengo a pensar, por sólo unos instantes, en esos venezolanitos, entre uno y diez años, que crecerán en Stavanger y harán de Noruega su patria supletoria. Hablarán un idioma exótico, tendrán novias o novios nórdicos, y dejarán en esos linajes vikingos apellidos de sonoridad muy castiza. El país será apenas un mal recuerdo, que sus padres dejaron atrás, para beneficio de ellos. Esa es la impronta que nos marca: el olvido, el desconocimiento, la fuga, la necesidad de irse a otra parte, porque el país nos expulsa por violento, injusto o indócil.



Nuestra historia se contará en otro sitio, en otras mentes, en otros suelos, y ya habrá algún heredero en Stavanger, escritor reconocido, que rescatará un origen sepultado para componer una saga novelística de crímenes, raptos y desamores. Nuestro futuro está en Stavanger y no lo sabemos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No vale Antonio, tampoco asi... la gran mayoria vamos a regresar! De que regresamos, regresamos!, con mucho conocimiento, con nueva mentalidad, con puntos de vista de avanzada... sin olvidar a los paises que nos recibieron temporalmente y que nos brindaron su proteccion... no voy a decir cuales porque todo el mundo sabe los nombres de los paises que han aceptado a Venezolanos trabajadores y buenos para aportarles tambien a ellos...

Pero si te digo que hay cierta islita en el caribe y ciertos paisitos en centroamerica y en Oriente a los que perdonaremos, pero que lo sepan, no olvidaremos como se plegaron a la dictadura de Chavez.


La mayoria de los que estamos fuera es temporalmente, yo personalmente quiero ver a Gustavo en PDVSA rescatandola de donde la tiene el inepto de Ramirez y su banda de cleptomanos corruptos...

Antonio, la tragedia chavista tiene sus dias, sus horas, sus minutos y sus segundos, contados... y son muy escasos...

Patricia Blanco dijo...

No regresaran, aunque parte de nuestros coraznes y afectos hayan quedado en Venezuela. Sabe porque? Por que nuestros hijos no lo aceptarian. Porque ya se criaron en paises con diferentes paradigmas. Donde el miedo y el ventajismo exacerbado le son extranos. Como dejar a nuestros hijos?, despues de haber ya pasado por el dolor de dejar atras a nuestros padres, familia y pais?
No vivo en Stavanger pero lo conozco, y si alli no hay miedo.