domingo, 16 de octubre de 2016

EL CAMINO QUE NO TOMAMOS



Un profesor de Nueva York, David Lehman, publicó ayer, Octubre 15, 2016, en el Wall Street Journal, página C-12,  una bella nota sobre el poema de Robert Frost: “The Road not Taken”. En esa bella nota el Profesor Lehman analiza el significado del poema de Frost, uno de los más queridos y admirados poemas de la literatura inglesa (1916), una verdadera joya que ha sido objeto de las más diversas interpretaciones. El poema dice así:

“Two roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth;

Then took the other, as just as fair,
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear;
Though as for that the passing there
Had worn them really about the same,

And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black.
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.

I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I—
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference.

En mi traducción muy primitiva:

Dos caminos se separaban en el bosque otoñal
Y lamentando que no pudiese tomar ambos
Y ser un solo viajero, me detuve un buen rato
Y vi uno hacia adelante tan lejos como pude
Hasta que perdí su rumbo entre los arbustos;

Entonces tomé el otro, tan bueno como este
Y quizás preferible
Por su grama que parecía no hollada;
Aunque realmente los caminantes
Los habían transitado con la misma frecuencia

Y los dos se presentaban esa mañana de la misma manera
Con la misma hojarasca
Que nadie había turbado
Oh, tomé el primero ese segundo día
Y sabiendo que todo camino incita a continuarlo
Dudé que algún día podría retroceder mis pasos

Estaré diciendo esto con un suspiro
En algún sitio y en algún momento del futuro,
Dos caminos se apartaban en el bosque otoñal y yo
Tomé el menos transitado
 Y ello ha hecho toda la diferencia.

Pidiendo excusas de antemano he tratado de traducirlo, sin lograr captar su misteriosa belleza poética, solo para tratar de explicar mis propias reflexiones sobre el poema a quienes no puedan leerlo en el idioma original. Para el profesor Lehman el sentimiento prevaleciente que sentía el autor es uno de arrepentimiento, de lamentar no poder haber tomado los dos caminos a la vez. Difiere así de la interpretación más frecuente que se le da al poema, esa de promover la toma de la ruta más difícil, la ruta menos conformista. No es eso de lo que se trata, nos dice el profesor. Después de todo, argumenta, el poema nos dice que los dos caminos estaban igualmente trillados, no eran totalmente diferentes. Lo que lamenta el viajero, dice Lehman, es no haber podido tomar ambos caminos  y compararlos, ya que tomar los dos caminos resulta imposible para “un solo viajero”. Ciertamente, es el uno o es el otro.

A mí el poema me genera reflexiones ligeramente diferentes. La vida nos ofrece no dos caminos sino múltiples caminos. No solo en el otoño de nuestra vida, como parece ser el tiempo del poema, sino en cada momento. Ello hace  nuestro viaje mucho más arriesgado que la simple elección de dos senderos.
Nuestro viaje por la vida “parece” ofrecer innumerables encrucijadas. Lo único cierto que tenemos es el final del viaje, no la ruta utilizada para llegar a ese final. Parece, por lo tanto, casi un milagro que  la inmensa mayoría de los viajeros nos diga, al ver hacia atrás, que no se han arrepentido, que si tuvieran que hacer la travesía de nuevo, elegirían exactamente la misma ruta. Dicen, como en la canción de Paul Anka, hecha famosa por Sinatra: “regrets, I had a few, but yet again, too few to mention”. “Tuve arrepentimientos pero, tan pocos, que no vale la pena mencionarlos”.
Esa sensación de haber sido libres de elegir nuestro camino podría ser ilusoria. En mi adolescencia escribí una “obra de teatro”, en la cual asemejaba la vida de los seres humanos al movimiento molecular, un movimiento aparentemente libre pero realmente preestablecido, el cual obedece a leyes físicas que llevan el agua, por ejemplo, a hervir exactamente a una temperatura dada. Ayer, un amigo me envió una entrevista hecha al filósofo israelí Yuval Noah Harari, de quien no conocía nada, en la cual él habla del libre albedrío como una ilusión, una idea que asemeja casi exactamente la misma intuición de mi adolescencia. Inclusive, Harari usa el movimiento molecular como ejemplo. Por supuesto, esta es una intuición que millones de personas habrán tenido, al pensar que leyes como las de la física y de la química podrían aplicar a la conducta de los seres humanos, la cual puede ser “libre” para “moléculas” individuales pero aparentemente pre-establecida en su promedio. Por ello, hablar de historia alternativa no pasaría de ser un divertimento intelectual, porque lo cierto parece ser que las cosas que pasaron eran las que iban a pasar.
Viajamos por la vida utilizando nuestra brújula personal, gozando de un aparente libre albedrío que se asemeja al movimiento “caótico” de las moléculas pero que, en su sentido colectivo, obedece a leyes predeterminadas.
Por ello, cuando leo el bello poema de Frost, sonrío, pensando que hubiera podido tomar el otro camino pero que, en realidad, el efecto neto de hacerlo hubiera sido el mismo.

El individuo tiene una cierta libertad, no así la especie.     


  


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tome una decision, absurda, de dejar a una mujer que me queria y que estaba dispuesta a ir al fin del mundo conmigo, con una familia que hasta me tenia por un hijo. Por creer que no era el momento, la deje ir. Lleno todo, siempre estuvo alli, yo diria desde el principio. Lo logico era tenerla toda la vida. Pero ya ves, la deje ir. El destino, supongo.

Olav Hauge, un poeta y jardinero noruego, tiene un poema que comparto contigo.

Corté el manzano grande

Corté el manzano grande que tenía delante de la ventana.

Me tapaba la vista, ésa era una razón, hasta en verano

estaba oscura la habitación, además

en el mercado de frutas ya

no querían sus reinetas.

Pensé en lo que hubiera dicho

mi padre, a él le gustaba

aquel manzano.

Pero lo talé.

Todo se hizo más luminoso, puedo

ver todo el fiordo

y seguir mejor lo que pasa

en todas las direcciones,

la casa está ahora

más a la vista,

se exhibe mejor.

No quiero admitirlo, pero echo en falta al manzano.

Esto ya no es como antes. Nos protegía del viento y daba

buena sombra, el sol se filtraba por el ramaje

hasta la mesa, y por las noches me solía recostar a escuchar

el susurro del follaje. Y las reinetas, no hay

mejores manzanas en la primavera, tienen un sabor

tan aromático.

Me duele cada vez que veo el tocón, cuando se haya podrido

lo sacaré de la tierra y lo cortaré para leña.



Gustavo Coronel dijo...

Gracias por compartir este bellísimo poema conmigo, el cual refuerza nuestro terrible dilema. Cual camino tomar? y ese maravilloso pero trágico balance entre lo que ganamos eligiendo un camino y lo que perdemos al no elegir otro.